Si crees que salir de casa puede ser toda una aventura para un supersticioso es que no has visto lo que te espera dentro.
Un día cualquiera en tu propio hogar puede suponer la perdición que lamentarás el resto de tus días. Desde que te levantas de la cama con el pie izquierdo ya estás firmando tu sentencia de muerte y, aunque suene exagerado, si al preparar el desayuno se te queman las tostadas, las estarás preparando para que se las coma el Diablo.
Nunca se está bien protegido dentro de casa, el umbral de la puerta es un sitio crucial frente al que se suceden todos los acontecimientos de la vida, desde que pasas de pequeño en tu primer hogar, hasta que te sacan de él con los pies por delante camino del tanatorio. Esa puerta debe estar protegida contra todo mal porque depende de ella que la suerte permanezca en la casa. Por otro lado siempre puedes decidir pintarla, para ello necesitas brochas, pinturas y, por supuesto, escaleras de mano. Aquí entramos de nuevo en un factor de alto riesgo, nunca se sabe lo que puede suceder con ellas.
¿Y la limpieza? A ver si crees que el fregasuelos y el limpiacristales se van a ir de rositas, nunca dejes empañados tus espejos y ¡cuidado con cómo pones la escoba en su sitio habitual!
Llega la hora de salir de casa y está lloviendo, qué raro, hace tanto tiempo que no coges el paraguas que lo abres para ver si se ha apolillado y... ¡¡Alto!! Un paraguas abierto puede acarrearte mucho mal, ¡ciérralo ahora mismo! Por fin sales, no sin un último retoque de tu hermoso tupé frente al espejo de la entrada, pero un torpe codazo al remover el paragüero lo ha precipitado contra el suelo. Siete años de mala suerte.
Ya no sirve de nada que corras, cuando regreses a casa la fatalidad te estará esperando en ella... si consigues volver. ¿Quieres más? Consulta el índice y no te confíes.
La Cama
La orientación de la cama es importante para disfrutar de salud y larga vida. La cabecera debe estar orientada hacia el norte o hacia el este. El refrán abunda en esta segunda preferencia: Duerme con la cabeza al naciente y los pies al poniente y vivirás eternamente.
Dormir con los pies en dirección al puerta es de mal agüero. En los velatorios que se hacen en los domicilios suele colocarse a los muertos en esa dirección con el fin de facilitar el ataúd fuera de la casa.
La cama es símbolo de la regeneración en el sueño y en el amor, y está asociada a los actos fundamentales de la existencia: el nacimiento, la vida conyugal y la concepción, y la muerte. La cama no debe estar atravesada con respecto a las tablas del suelo porque la persona que duerma así tendrá una muerte lenta.
Se cree también que las camas no deben estar cruzdas con respecto a las corrientes subterráneas de agua. Da buena suerte levantarse por el lado derecho de la cama y tocar con el pie derecho en primer lugar.
El dicho levantarse con el pie derecho está plenamente incorporado al lenguaje cotidiano. El acto de hacer la cama tiene su ritual supersticioso.
Dejarla sin hacer da mala suerte o atrae maleficios. La persona adicta al orden debe saber, sin embargo, que cuando está haciendo la cama no debe ser interrumpida, no ha de estornudar ni poner las sábanas del revés.
No se deben lavar las sábanas los últimos doce días del año, porque provoca enfermedad en la persona que las utiliza, y cambiarlas en Viernes hace que el diablo controle los sueños durante una semana entera. Tampoco debe darse la vuelta a un colchón en viernes, porque puede originar una semana de pesadillas, una ruptura sentimental o un naufragio. Sería condenar a una muerte inmediata a un enfermo dar la vuelta a un colchón donde descansa o barrer debajo de su cama. Hacer la cama de un invitado cuando aún no ha pasado una hora de su partida es arriesgarse a recibir una visita inoportuna.
Es costumbre habitual mirar debajo de la cama para verificar si el diablo está o no agazapado allí, ya que es uno de sus escondrijos predilectos. Antes de la generalización del colchón moderno, se quemaba la paja de la cama de un difunto. La dirección que tomaba el humo indicaba quién sería el siguiente en morir. Este rito se practicaba en las encrucijadas de los caminos para evitar que el difunto volviera a turbar a sus parientes. El fin próximo de un enfermo se adivina si coge las sábanas y se cubre con ellas, o pide ser cambiado de cama.
En pueblos de Levante, el 1 de noviembre, la cama donde ha fallecido recientemente un familiar se cubre con las mejores sábanas, para que su espíritu descanse con fortablemente. Esa misma creencia existe en Cataluña y Galicia: los muertos deciden pasar con sus familiares la festividad de Todos los Santos y debe preparárseles la cama como a cualquier otro vivo.
Si dos jóvenes solteras hacen la cama de unos recién casados al día siguiente de la boda, se casarán dentro del año. En caso de tormenta hay que poner la cama en el centro de la habitación y rezar un padrenuestro para estar protegido del rayo. Al levantarse de la cama hay que alisar las sábanas para borrar la huella del cuerpo, pues las formas dejadas sobre el lienzo pueden dar pistas al enemigo para realizar maleficios.
Cantar o coser sobre la cama, así como dejar encima un sombrero, una escoba o un paraguas da mala suerte. No hay arrodillarse tampoco a los pies de la cama para rezar las oraciones nocturnas. Es obligatorio cumplir este rito en uno de sus costados. Rasgar una sábana es de mal augurio.
Dos personas que doblen una sábana conjuntamente pueden formular un deseo y éste se cumplirá si el último pliegue quea hacia arriba. La aparición de tres puntos negros sobre una sábana o una funda de almohada presagia la muerte.
Para compensar la electricidad negativa que pueda aparecer alrededor de la cama, conviene colocar a un lado un plato con sal gruesa y al otro, un plato con vinagre de vino. De ese modo siempre se garantiza un sueño plácido y equilibrado.
Cosas que pinchan
Alfiler
Llevar clavado en la chaqueta o en el pantalón un alfiler da buena suerte al jugador y el que quita el primer alfiler del velo de una novia se casará pronto.
Para hacer desaparecer las verrugas, hay que tocarlas nueve veces con alfiler nuevo y después tirarlo por encima del hombro izquierdo, o bien poner en tierra un alfiler y esperar a que se oxide. Entonces la verruga desaparece.
Si al andar por casa se ve un alfiler en el suelo, no hay que recogerlo en el caso de que su punta se dirija hacia uno, porque da mala suerte. Cuando es la cabeza del alfiler la que nos apunta, la buena suerte nos sonreirá.
En Toledo las muchachas encuentran novio si echan alfileres a la Virgen. Se cuenta que una hermosa muchacha toledana tenía amores con un galán. Los padres de él, que no veían con buenos ojos el noviazgo, lo mandaron a Italia. Al principio, la novia recibía carta de él diariamente, y después las cartas se fueron espaciando hasta que al final se interrumpieron. La muchacha, desconsolada, iba todas las tardes al lugar de la despedida y, al recordar a su amor, le entraba tal congoja, que se clavaba un alfiler para no caer desmayada. Un día pidió ayuda a la Virgen de los Dolores, que se le apareció con el corazón atravesado por siete espadas. La Virgen le dijo: "Yo también he sufrido. Aguarda". Días después, cuando la doncella iba a clavarse otro alfiler, apareció el novio arrepentido y más amoroso que nunca. Se casaron, fueron muy felices y la Virgen de los Alfileritos se convirtió en la patrona de los enamorados de Toledo. Al principio, el rito, cuyo propósito era hacer volver al redil un novio díscolo, consistía en que la moza se clavara un alfiler y lo echara en la hornacina de la Virgen a lo largo de mil días. Transcurrido ese tiempo, el novio volvía milagrosamente a los brazos de su amada. La costumbre se fue degradando con el tiempo, las mozas dejaron de pincharse con los alfileres y el plazo se redujo a unos cuantos días.
Además se incorporaron al rito las muchachas que buscaban novio. El alfiler permite elegir las características del novio a gusto de las peticionarias: un alfiler con cabeza blanca si los prefieren rubios; con cabeza negra si quieren que sea moreno, largo si quieren que sea alto y fornido, y corto si lo prefieren bajito pero saleroso.
Como en todos los objetos con punta, hay que pinchar levemente al que recibe un alfiler para que no se pierda la amistad. Si se ponen alfileres en los zapatos y se pisan al andar, se olvidan los amores desgraciados. Una de las formas de convertirse en bruja era recibir de otra un objeto, que solía ser un alfiletero.
De un regreso de un funeral, hay que clavar un alfiler en la puerta por la que se ha sacado el cadaver para protegerse del diablo. Durante mucho tiempo se creyó también que para que un difunto no viniera a turbar a los vivos, había que prenderle un alfiler en el sudario. Ese alfiler tenía el poder de proteger contra el miedo, pero si se usaba para trabajos de costura, atraía a la huesuda con su guadaña.
Siempre hay que cobrar un precio simbólico cuando se regala un objeto que lleve incorporado un alfiler, de este modo se contrarresta la mala suerte.
Los alfileres son una protección eficaz contra las brujas cuando están pinchadas en las jambas de las puertas o metidas en una botella escondida bajo el umbral.
Existe una tradición muy extendida de echar alfileres a los pozos de las fuentes al mismo tiempo que se pide un deseo. A veces se pinchan también las imágenes de los santos a los que se pide su intercesión.
La corona de la novia iba fijada con una serie de alfileres, que al final de la boda eran distribuidas entre las solteras y permitían que contrajeran matrimonio durante ese año.
En un barco, nadie puede llevar un alfiler porque su presencia provoca una vía de agua o desgarra las redes de pesca.
En la festividad de San Antonio de Padua (13 de Junio), las jóvenes casaderas y creyentes han de ir a la iglesia y cambiar un alfiler nuevo por otro clavado entre las ropas del santo para encontrar marido en el plazo de un año.
Clavos
Encontrar un clavo en el camino da buena suerte. Hay que recogerlo y conservarlo. Como todo objeto puntiagudo, contrarresta las fuerzas maléficas y los malos espíritus. Se puede llevar como amuleto en el bolsillo derecho o clavarlo en el marco de la puerta de la cocina, del lado de la cerradura a la altura de los ojos, observando el rito siguiente: se da un primer golpe de martillo mientras se dice: "Un martillazo para la salud, un martillazo para el amor, un martillazo para el dinero".
En la antigua Roma, en los idus de septiembre, el más alto magistrado del estado metía un clao llamado clavo annalis en la pared lateral del templo de Júpiter Capitolino. Este rito servía para poner fin a calamidades, para neutralizar encantamientos y sortilegios, y predeterminar buenos auspicios para el siguiente.
Ya en la edad Media, los clavos fijados en la puertas de las casas protegían a sus habitantes y a los animales domésticos. Colocados en las puertas de las habitaciones, impedían las pesadillas, sobre todo los clavos procedentes de un ataúd.
Un clavo, cuanto más herrumbroso, mejor protege.
Con ayuda de los clavos se puede hacer también un encantamiento amoroso. Para lograr el amor de una persona, hay que derramar en el vestíbulo de su casa un frasco de aceite en el que haya metido un puñado de sal y tres clavos de hierro atados con un hilo de seda. Si la persona pisa los clavos al entrar, se obtendrá el resultado deseado.
Los clavos eran muy empeados para curar enfermedades y mitigar dolores. Se escribían en un papel el mal que se padecía, se pasaba la nota por la parte del cuepo afectada y con unos clavos se fijaba a una pared o a un tronco de árbol. Con esta operación se traspasaba el mal del enfermo al papel y del papel, al ladrillo o a la madera.
Cuchillo
Da mala suerte regalar cuchillos, como cualquier otro objeto importante, porque quiebran la amistad. Para contrarrestar este efecto, hay que cortar una moneda a cambio o pinchar ligeramente a la persona que lo recibe.
El cuchillo, que es un objeto de uso corriente, es asimismo un instrumento de poder. Regalarlo significa algo de poder, a menos que el cuchillo se compre por una moneda, que pasa a tener valor de talismán.
Ver o poner dos cuchillos cruzados es de mal augurio. Sin embargo, en pueblos de la provincia de cuenca, cuando hay tormenta, se deben poner dos cuchillos en forma de cruz, para protegerse del rayo.
El cuchillo protege de las brujas y de los malos espíritus, propiedad que debe seguramente a la materia de que estaban hechos antiguamente: el hierro. Así, conviene, clavar un cuchillo en la puerta de casa, dejar dos cuchillos en cruz en el umbral de la puerta o esconder uno bajo el alfeízar de la ventana.
En la mesa, no hay que cruzar sobre el plato el cuchillo y el tenedor porque presagia desgracias ni dejar dos cuchillos cruzados. Es nefasto hacer girar un cuchillo sobre la mesa, porque cuando se detiene, señala con su punata a a primera persona que va a morir de todos los comensales. Tampoco debe dejarse sobre la mesa un cuchillo con el filo hacia arriba.
Se dice que los cuchillos atraen el rayo, por lo que hay que esconderlos cuando hay tormenta.
Jamás se debe pinchar o cortar el pan con un cuchillo sin antes haber hecho el signo de la cruz.
Si un cuchillo se cae al suelo, significa que aparecerá una visita inoportuna que traerá mala suerte o la ruptura de la amistad. Encontrar un cuchillo es un mal presagio.
El cuchillo que hiere a una persona puede herir más gravemente a la misma o a otra, a menos que se tomen preauciones: hay ponerle una venda o volverlo a afilar.
En las evocaciones al demonio, se utiliza un cuchillo con hoja de acero para trazar los círculos mágicos que protegen al hechicero.
Escoba
La escoba es la montura preferida de las brujas para asistir a los aquelarres, y también puede convertirse en un elemento de protección contra ellas; no se atreven a entrar en una casa donde haya colocado una escoba con el mango sobre el suelo. Una escoba colocada en posición invertida detrás de la puerta ahuyenta a las visitas inoportunas.
Si se pasa una escoba sobre los pies descalzos de una mujer soltera o viuda es improbable que vaya a casarse.
Entre los marineros da mala suerte que una escoba se caiga por la borda al mar. La mujer de un marinero no debe dejar la escoba boca arriba, porque acarrea desgracias al marido. Si una escoba mojada se sacude por la ventana, atrae la lluvia (que buena falta hace).
Si se golpea con una escoba a un niño se le impide crecer.
Las Lámparas
La lámpara tiene significado positivo puesto que ilumina las tinieblas, asociadas a los peligros, a la desgracia, a la muerte y al mundo invisible y amenazador, y también aleja a los malos espíritus. Este poder, que en principio atañía a la lámpara de petróleo o de aceite, se ha extendido a las lámparas de luz eléctrica.
En pueblos de Galicia, se cree que la noche de bodas, el que apague la luz de la habitación es el que morira primero, y en el sur se sostiene que disponer de tres luces encendidas al mismo tiempo indica una desgracia próxima. Tres lámparas encendidas en la misma habitación y sobre la misma mesa es señal inequívoca de muerte para uno de los presentes.
Todavía hoy, en algunos lugares se mantiene la superstición de que hay que dejar día y noche una lámpara encendida al lado de la cuna de un recién nacido hasta el día del bautismo. Se deben dejar las lámparas encendidas durante la noche de Difuntos para ahuyentar a las criaturas del Más Allá.
Una lámpara que silba, que se apaga, anuncia una muerte, ya que, según la tradición, la llama simboliza la vida y es funesto que muera o se apague por sí misma.
Si una mujer desea que su marido o su hijo vuelva del extranjero, encenderá una lámpara y la dejará detrás de la puerta de entrada toda la noche. De ese modo, acelera el regreso y lo protege durante su ausencia.
En los altares suele haber lámparas de aceite, muy apreciado para curar enfermedades, sobre todo el de las situadas en el altar de las reliquias o de santos que son objetos de una devoción especial. Los papas estimularon la devoción a los santos óleos y antiguamente distribuían entre los fieles los aceites de las lámparas encendidas ante las tumbas de los apóstoles y los mártires de la Iglesia e incluso los enviaban a reyes y personajes poderosos.
Con las lámparas se practica el método de lampadomancia, según la cantidad de petróleo o aceite que quede en la lámpara, la limpieza del cristal que la recubre o el estado de la mecha, se producen una variaciones en la proyección de las sombras que se interpretan con el fin de adivinar el porvenir.
Mesa
Cuando una mesa tiene el mantel puesto antes de la comida, jamás debe dejarse dinero encima, puesto que los alimentos ingeridos no sentarían bien al estómago. Esto se cree en la España central y en Andalucía.
El refrán coincidente con la superstición nos recuerda también (El que come y canta un sentido le falta) que, una vez sentados a la mesa, no es aconsejable cantar. Contravenir esta indicación provoca que algunos de los asistentes tenga en el futuro problemas mentales.
La mesa en torno a la que se come habitualmente dispone de un largo formulario de prácticas, ya que es objeto casi sagrado en tanto que está relacionado con la nutrición (retemeración), alimentos (la vida) y el propio destino del hombre. Así no hay que apoyar jamás los codos sobre la mesa, ni sentarse encima, ni adormecerse sobre ella o simplemente yacer para otros menesteres.
Una pareja nunca ha de discutir cuando está sentada a la mesa, pues serán disputas estériles y si cualquier humano se sienta en el preciso instante en que el reloj de pared da las doce campanadas es señal inequívoca de muerte.
Ni paraguas, ni calzado, ni linternas, ni ropa y, mucho menos una escoba han de colocarse sobre una mesa y si es un bebé al que se deposita sobre ella, se tendrá la garantía de que ese niño nunca llegará a viejo. Trece personas alrededor de una mesa invitan a la muerte y nueve, por el contrario, augura calma .
En alguna medida la mesa guarda relación con las piedras originarias del sacrificio ofrecido a los dioses. Los cristianos recogen esta representación mediante el altar en que se escenifica, a través de la misa, la pasión y la muerte de Cristo. Engarzada, pues al culto y al espíritu religioso, la mesa bajo la cual pasa un niño de corta edad, provocará que éste no crezca lo que debiera y, para conjurar ese riesgo, es preciso que haga ese mismo itinerario en el sentido inverso.
Dos personas al mismo tiempo no deben retirar la mesa (útiles y accesorios propios de la comida), pues una de ella morirá ese año. En cuanto a la forma, es preferible que sea circular a las cuadradas, pues la primera ahuyenta los poderes maléficos.
La costumbre, muy arraigada en España, de situar siempre sobre la mesa un cuenco provisto de diversas frutas, aunque no sean frescas, proviene de la creencia de que ello invoca a la abundancia, por lo que en el hogar en que se respete escrupulosamente este rito, jamás faltará comida.
En el lenguaje trivial de los sueños, se entiende que quién imagina una mesa vacía es que está a punto de perder buena parte de su patrimonio, mientras que cuando se sueña con una mesa repleta de comensales, indica que se harán buenos negocios.
Puerta
Elemento de tránsito entre dos estadios, el mundo de lo desconocido y el de lo conocido, la puerta, por lo general, además de dar paso a un misterio, representa lo dinámico de las fuerzas visibles y las telúricas.
En China, las ciudades tenían cuatro puertas, que representaban los cuatro puntos cardinales, y por ellas se expulsaba a los huéspedes desaprensivos para el orden establecido y se permitía la entrada a los invitados honorables o no sospechosos.
Entre los hindúes, el paso obligatorio desde la tierra al paraíso (cielo) se efectuaba por la puerta del sol, aunque otra figura, también hindú, la torama, simboliza el paso a través de esa misma puerta desde la tierra a los infiernos.
Desde esta ambivalencia de la puerta es frecuente que, bien en su frontispicio mediante una determinada ornamentación, bien en el interior, se coloquen los amuletos de protección más convencionales: herraduras, muérdago, tijeras y clavos, que ejercen la función de una especie de policía secreta doméstica encargada de identificar a los espíritus maléficos o a los individuos indeseables que, de forma insidiosa, tratan de penetrar en la viviendas.
De la tradición judeocristiana que en algunos momentos de la historia ha pretendido que la puertas de los templos, o en menor medida las de las casas, habían de ser de escasa dimensión para obligar a todo aquél que entrara a encorvarse, nace la creencia de que el sistema más eficaz para mantener alejados de la casa a los espíritus maléficos consiste, simplemente, en cerrar la puertas a cal y canto. Sostenían en el contexto de la escenografía litúrgica judeocristiana que obligar a que la persona se agachara al entrar en un recinto sagrado o civil no constituía humillación alguna, sino que representaba sencillamente la dificultad de pasar de un estadio inferior a otro superior.
Cuando una puerta se abre sola, nos indica que vamos a recibir la visita de algún impresentable y si de sus entrañas surgen ruidos extraños, anuncia una muerte u otro tipo de desgracia. En cualquier caso, hay que desconfiar de una puerta que cruje, puesto que nada bueno presagia.
Las puerta y las ventanas de la casa en que se está produciendo el nacimiento de un niño han de ser inmediatamente abiertas de par en par para facilitar el alumbramiento y si alguien entra sin llamar en esos momentos, debe ser expulsada del recinto. Una mujer embarazada jamás debe entrar por la misma puerta por la que recientemente ha salido el féretro de un niño, puesto que la mujer podría malograr el suyo.
Se considera de mal augurio que una casa tenga dos puertas pues, en clave de supervivencia, Lo que por una puerta sale, por otra entra y Casa con dos puertas, aunque las veas cerradas están abiertas, según el refranero hispánico. Nunca se debe llamar dos veces a la puerta. Si tras el primer aldabonazo o timbrazo no hay respuesta, es preciso marcharse. Quien permanece al otro lado puede estar siendo víctima de algún encantamiento de dudosas consecuencias.
Para evitar que alguien que escuche detrás de la puertas quede inmune, sólo hay que esperar el momento en que se presume que el fisgón está con el oído aplicado a la puerta. Entonces se arroja un puñado de sal al fuego y de ese modo el cotilla quedará sordo del oído que haya utilizado para tal menester.
Zapatos
Al vestirse por la mañana, debe prestarse atención a no calzar en primer lugar el pie izquierdo, porque este hecho coloca bajo malos auspicios toda la jornada.
Si al caminar se nos sale uno de los zapatos, hay que esperar un revés de fortuna. No se debe andar con un solo zapato puesto, ya que se hace una burda imitación de los andares de los cojos, personajes maléficos desde el punto de vista supersticioso, y ello puede acarrear la muerte de un familiar.
El zapato, identificado con la persona que lo usa tiene en la tradición occidental una significación funeraria, puesto que el moribundo ya no lo necesita y permanece al lado del lecho. En la Antigüedad, el calzado poseía el simbolismo de dominio sobre la tierra y de derecho de propiedad. La Biblia relata la vieja costumbre de Israel de ratificar un contrato de venta de una tierra con la entrega de la sandalia por parte del antiguo propietario al nuevo, como señal de dominación.
En el mundo islámico, los huéspedes penetran en la casa de su anfitrión con los pies descalzso como un signo de cortesía que demuestra la renuncia de aquéllos a toda pretensión de propiedad sobre sus bienes. En la mezquita, la casa de Dios y de todos, hay que entrar también descalzos.
La costumbre de atar unos zapatos viejos a la parte trasera del coche en el que parten los recien casados a su luna de miel tiene su origen en otra más antigua en que se arrojaba un zapato detrás de la pareja como señal de protección, y cuyo significado tenía el abandono por parte de la joven desposada del hogar paterno para pasar al dominio del marido. La madre debe evitar que el niño estrene por primera vez zapatos en un martes o un viernes, porque puede quedarse cojo.
Un zapato lazado al aire es un elemento adivinatorio que en numerosas zonas de España se emplea para averiguar si una soltera conseguirá novio o para conocer el sexo del bebé que va a nacer. Entre los actores, es señal de que tendrán éxito si, al descalzarse, el zapato cae de su lado natural.